Parte I - Encuentro

Había escapado después de dejar mi corona bajo la cama. Nadé lejos del palacio antes de que Fini y mi gente me descubrieran. Por fortuna, había encontrado un lugar sin guardias que estaba algo cerca de la costa, parecía perfecto ya que nadie podría pensar que estaría ahí.

Cuando llegué escuché el chillido de un animal de la tierra... Se escuchaba como si lo hubiesen matado. Traté de averiguar de donde provenía el sonido y nadé hacia él. De repente hubo silencio, el cual me intrigó y me hizo asomarme para ver mejor. Observé la silueta de un hombre, parecía estar moviendo sus manos encima de un bulto... Un hombre!

Me sumergí rápido antes de que me viera. El contorno de su cuerpo parecía de una especie masculina pero no pude ver su rostro por completo pues era de noche. Esperé unos segundos y volví a observarlo. Al parecer guardaba algo perteneciente al bulto. Decidí acercarme para ver mejor lo que hacía pero él se levantó y empezó a acercarse al agua. Era un elfo oscuro, su tez color gris oscura, orejas puntiagudas y ojos rojos brillantes delataban su especie. Su cara, aún con esas líneas azules, era un tanto familiar aunque nunca había visto un elfo oscuro tan cerca. Sentí una sensación extraña en mi pecho al seguir pensando en él pero saqué el sentimiento ya que cada vez se acercaba más a donde estaba. Los elfos oscuros son uno de nuestros enemigos, son criaturas salvajes y necias a delimitar su porción de tierra. Siempre ha habido conflictos con ellos porque quieren quitarnos parte del mar y de vez en cuando se meten a molestarnos y a robar nuestros tesoros.

Retrocedí por temor a que me viera pero al parecer notó que estaba ahí y lo ví agarrar algo de su espalda y preparar su arco. Me quedé quieta para que pensara que no estaba ahí, el miedo cada vez invadiéndome más, pero siguió acercándose con cautela y mientras lo hacía, me sumergía poco a poco. En un segundo lanzó algo hacía mí pero lo esquivé rápido y nadé un poco para demostrar que me había ido.

Me asomé de nuevo para observarlo pero el hombre ya no estaba ahí. Me acerqué para ver hacía donde se habían dirigido sus pisadas pero sólo vi su arma tirada en la tierra. En eso, sentí algo frío y metálico en mi cuello y escuché una voz linda pero a la vez peligrosa y seria que decía: “Quieta”.